sábado, septiembre 2

Otro Día de Locos

Debí haberlo sospechado... ¡Neal estaba tramando algo!
Hoy fue un día espantoso. He llorado lo que no tiene
nombre.

Hoy de mañana me levanté y estaba desayunando, sola,
usando una de las tazas que compré para Albert y para
mí, con nuestras iniciales: usaba la suya. Soplaba una
hermosa brisa de primavera, estaba soleado, pero yo me
sentía terriblemente melancólica. Pensaba en Albert
-como lo hago todo el tiempo, apenas si logro
distraerme por pocos minutos, cuando en la clínica
estoy demasiado ocupada para pensar en nada...pero son
sólo minutos de paz, y horas y horas de una profunda
melancolía- cuando de pronto escuché que golpeaban a
la puerta.

Sería porque estaba pensando en Albert, el hecho es
que por un instante me invadió la alegría, la ilusión
de que fuera él, que fuera él que regresaba para vivir
otra vez juntos. Corrí a la puerta y no... no era
Albert. El alma se me fue al piso.

Era el bueno de George, que venía a buscarme porque la
tía Elroy quería verme. Ya aquello me dio mala espina.
¿Qué podía estar pasando?

No estaba equivocada. Realmente estoy otra vez metida
en problemas.

Cuando llegué a la mansión de los Andrew y me llevaron
con la tía, allí estaban los Leagan. Y entonces me
informaron (¡qué descaro! ni que yo fuera un bien del
que pudieran disponer a su antojo!) que Neal y yo nos
comprometeríamos en tres días.

No lo podía creer. Me enfurecí y comencé a gritarles
en la cara lo que pensaba de esa disparatada idea y lo
que pensaba del ladino de Neal.

Mientras me enfrentaba -una vez más- a esa familia de
locos, me enteré de que Neal les dijo que marchará a
la guerra si no nos casamos y me repitieron una y otra
vez que este compromiso es voluntad del Tío William
también.

Eso fue lo que me hizo sentir más desamparada y
totalmente desolada. Nunca, jamás de los jamases,
pensé que el me forzara a hacer algo así: casarme con
alguien sin consultarme, cuando además es más que
obvio que detesto a Neal! Pero soy su pupila y ni
modo... ¿cómo escapar de la situación?

Con la cabeza dando vueltas, salí de aquel cuarto y
rompí en llanto inconsolable, mientras zarandeaba a un
silencioso George, quejándome de la actitud del Tío y
del no poder hablar con él para aclarar esa locura.
Entonces, George abandonó su usual reserva (supongo
que mi llanto realmente lo asustó, él pudo notar mi
desesperación) y me confesó que el Tío William estaba
en la mansión de Lakewood, que allí lo encontaría.

¡Querido George! ¡Desobedeciste las órdenes que te
dieron para ayudarme! No sé si podré solucionar algo,
pero al menos ahora brilla una lucecita de esperanza.
No sabía ya cómo agradecer a George, por poner en
peligro su trabajo para ayudarme... Él mismo vendrá
a buscarme mañana temprano para ir a Lakewood.

Mi corazón bate a mil, con una mezcla de miedo,
esperanza, decepción, ilusión, y hasta nostalgia.
Nostalgia por volver a Lakewood...

Albert, ¡cómo querría que estuvieras aquí para
abrazarme, y aconsejarme, y darme un poco de tu
serenidad ahora! Sé que si tú estuvieras aquí, no
tendría más miedo... sólo determinación, decisión y
esperanza. ¡Quiero que me abraces, Albert!



Contribuido por Elena

jueves, agosto 31

Un dia de mil demonios

¡Agghhhhhhhh... Neil! ¡Ese muchacho me vuelve loca! ¡Me
siento continuamente vigilada por él! A veces salgo
del apartamento rumbo a la clínica y veo su auto
estacionado en alguna calle cercana. Otras veces voy a
comprar algunas provisiones y siento que unos ojos me
observan... ¡me exaspera! Ya sé que es un chico necio
y obstinado, pero no pensé que además de todo eso
fuera tan estúpido e inmaduro como para pensar que con
ese tipo de comportamiento pueda "conquistarme". Y no
es que él no sepa ya que el simple hecho de que
pertenezcamos a la misma familia me irrita. Realmente,
él siempre se las ingenia para ponerme de un humor de
perros.

Hoy fue un día complicado. En realidad no pasó nada
grave, pero no hice más que tener un pequeño disgusto
atrás de otro. Primero reñí con el Dr. Martin por el
tema de la bebida. Ya es un problema que sea
alcohólico (ya no sé cómo ayudarlo al respecto), pero
es inadmisible que eso interfiera con su trabajo en la
clínica. Anoche se nota que tomó mucho más de lo usual
y hoy tenía una tremenda resaca. No prestaba toda la
atención que debiera a sus pacientes y cometía errores
estúpidos. Yo tenía que andar detrás de él,
vigilándolo, y luego tuve que retarlo como a un niño
pequeño.

Cuando volvía al apartamento, me detuve por unas
provisiones y otra vez el vendedor de frutas me trató
de "Señora". Ya antes eso me había puesto de mal
humor, lo que había hecho reír a Albert. Pero esta vez
me puso de un humor mil veces peor y le grité en la
cara "¡no soy casada, Señoorrrrrr". Pobre hombre...
creo que lo asusté. En fin, si antes me molestaba
porque me hacía sentir más vieja, ahora me molesta
mucho más porque no sólo me hace sentir vieja, sino
que me recuerda que Albert no está aquí para reírse de
mí y porque, peor, sólo me recuerda que vivo sola. No
me importaría que me confundieran con la esposa de
Albert y que por eso me dijeran "señora"... es más,
creo que hasta me gustaría... ¡pero Albert no está, y
entonces sólo me frustra enormemente que me llamen
así!

Para peor, estaba tan ofuscada que por eso mismo fui más torpe de lo usual cuando cocinaba y el guiso me quedó que era un asco. Incomible. En otro momento me hubiera reído de mi mísma, pero esta vez no. Mientras cocinaba, me distraje pero cuando de pronto noté que el contenido de la olla estaba en ebullición y se derramaría por toda la cocina, instintivamente llamé a Albert, pidiéndole socorro... como tantas veces hiciera cuando vivíamos juntos. Llamé a Albert, pero
claro, ¡Albert no estaba, ni está, ni estará ahí para ayudarme más! y entonces se me encogió el corazón. Cuando quise comer esa cosa espantosa que quería que fuera un guiso, recordé que Albert hubiera logrado volverlo algo "comestible" en unos minutos... y rompí a llorar inconsolablemente. Estoy cada vez más sensible. Aún no me acostumbro a que Albert no esté y cuando me doy cuenta, cada vez me cuesta más contener el llanto. No sé, si el hubiera escrito, me hubiera dejado algún recado de alguna manera... pero no.

Supongo que esperaba que su ausencia no fuera tan
larga, o que al menos tendría noticias de él pronto y
por eso cada día que pasa aumenta mi desazón y cada
día lloro más ante cualquier estupidez.
Estoy ya me está preocupando. Así no soy yo! Soy una
chica fuerte y decidida y me las he arreglado sola
muchas veces! Pero de alguna manera, ahora no puedo...
me siento desamparada y débil como nunca. Es como si
con Albert se hubiera ido mi alegría, mi fuerza, mi
paciencia y hasta mi esperanza. La vida me parece gris
y monótona, aunque esté siempre ocupada y aunque tenga
buenos amigos. Siento un vacío que no recuerdo haber
sentido antes... un vacío que siento que sólo la
presencia de Albert llenaría. Me sorprende que lo
extrañe y necesite tanto. No me entiendo a mí misma.
Tengo una necesidad inmensa de él y eso en parte me
asusta. ¿Será que... ? No, Candy, no pienses en
tonterías. Además, si sigo pensando en él me volveré loca.



Contribuido por Elena

miércoles, agosto 30

Rockstown

Aún no es primavera, y el vestido que Albert me envió no es el adecuado para un viaje, pero aún así me lo puse para ir a Rockstown, llevando conmigo más carteles realizados por el Dr. Martin, con esperanzas de encontrar a Albert.

Poco sabía yo de la sorpresa que me aguardaba en Rockstown. Por increíble que parezca, antes de llegar a la oficina de correos, que es por donde me proponía comenzar mi búsqueda, me topé con un cartel anunciando una obra en la que actuaba Terry. No pude evitar acercarme. Se trataba de un teatro ambulante montado dentro de una carpa vieja y descuidada. No quería entrar, pues temía que al ver a Terry de nuevo despertaran en mí los sentimientos de antaño. Pero un par de chicas salieron del teatro muy enojadas y haciendo comentarios terribles sobre la actuación de Terry, insinuando incluso que estaba borracho. Al oír esto, tuve que entrar yo también. No podía creer que Terry hubiese caído tan bajo. La carpa era obscura y estaba llena de humo. El público se burlaba y silbaba, y entre ellos había más de un borracho. Lo más terrible fue darme cuenta de que Terry también lo estaba y que ni siquiera se molestaba en ocultarlo.

Estaba sucio, desaliñado. Apenas podía mantenerse de pie y mucho menos actuar. Por supuesto, olvidaba todas sus líneas. Fue muy triste toparme con alguien que fue tan importante en mi vida y verlo totalmente destruido. ¿Cómo pude enamorarme de alguien así? Recuerdo que Terry bebía antes, pero nunca como ahora. El ruido del público era insoportable. Me puse furiosa e hice callar a unos cuantos.

Sospecho que Terry se dió cuenta de mi presencia, pues cambió de repente y se tomó más en serio su actuación. Aún así, no quise quedarme. No quería hablar con Terry, borracho o sobrio, pues entonces él pensaría que todavía lo quiero.

Afuera de la carpa me aguardaba otra sopresa: Eleanor Baker, la madre de Terry. Bellísima como siempre, pero más delgada y con la mirada triste. Yo me proponía seguir buscando a Albert, pero me invitó a tomar un café. Ella ha estado aquí desde hace cinco días, sin que Terry quiera recibirla, viendo cada día como la situación de su hijo empeora. Ella me asegura que si Terry cambió a mitad de la actuación fue porque se dio cuenta de mi presencia. Cree que la vergüenza de que yo lo haya visto así lo hará recapacitar y volver a Broadway.

Terry siempre lastima a las personas que más lo quieren. A mí me quiso mucho, tal vez todavía me quiera, pero más de una vez hizo comentarios que me hirieron. Siempre fue muy rebelde y poco serio, pero yo pensaba que era cuestión de inmadurez. Ahora no estoy tan segura. Eleanor no me pidió que hablara con él, creo que se dio cuenta de que yo ya no deseo tener nada que ver con su vida. Sólo espero que Terry de verdad se recupere y vuelva a actuar, quizá incluso decida volver al lado de Susana.

Desganada, seguí buscando a Albert por todo Rockstown, pero nadie recuerda haberlo visto nunca. Volví a Chicago con las manos vacías. En el departamento me aguardaba la misma soledad que se vino a instalar aquí cuando Albert me dejó. Me gustaría mucho que él estuviera aquí, al menos para contarle lo que me ocurrió en Rockstown. Lo echo mucho de menos, y me decepciona haber hecho este viaje para nada.