sábado, octubre 7

En el Hogar de Pony

Aquí estoy, pasando unos días maravillosos junto a mis
queridas madres y a los niños. Realmente disfruto cada
instante, pero a la vez añoro los días en Lakewood. En
realidad, extraño a Albert, a las tardes junto a él en
la gran casa, a los paseos por el jardín y la idas a
la cabaña del bosque.

Es tragicómico, pero es que me muero de ganas pero
también de miedo de ver a Albert. Es por eso que aún
no he tomado ninguna decisión sobre cuánto tiempo más
quedarme en el Hogar ni que me he animado a
escribirle.

Es que quiero verlo, pero no sé qué hacer cuando
finalmente vuelva a estar frente a él. Es que ahora
todo es diferente, al menos para mí. Supongo que para
él también.

Siento una dicha profunda pero también mucha angustia
cuando pienso en ese beso en la colina. Cuando me
abrazó y besó dulcemente, lo sentí temblar (claro que
yo también temblaba) y sentía su corazón latir
rápidamente (¿o era el mío nada más y yo me imagino
que el suyo también estaba desbocado?). No hubiera
sido así si él me viera sólo como a una hermana
pequeña o como a su protegida. Y tengo que admitir que
el imaginar que Albert me mire con ojos de mujer hace
que mi corazón se desboque y sienta algo indefinible
pero delicioso. Pero no es menos cierto que pensar en
eso me deja confundida y asustada.

Tengo pánico del momento en que nos encontremos de
nuevo. No sé cómo conducirme, qué decirle, porque no
puedo hacer como que no pasó nada, pero tampoco quiero
verme como una tonta: nada me asegura tampoco que no
esté haciendo una tormenta de un vaso de agua.
¿Y si el beso de Albert quiso ser fraternal? ¿Si fuera
que sus labios rozaron los míos sólo porque yo le
miraba a los ojos, la barbilla bien en alto, cuando -
de no haberme mantenido un rato así como hipnotizada,
mirándolo a los ojos – sus labios sólo hubieran rozado
mi frente?

¿Y si digo algo que sólo cree una situación incómoda
por algo que quizás ni quiso hacer?
Por otra parte, nada de su reacción me da a entender
que en efecto fuera una situación tonta, inesperada,
un error embarazoso pero hasta simpático. No. El
parecía realmente turbado, nervioso, cuando me
preguntó si estaba enojada con él. Además, si él
también me miraba a los ojos y me sonreía, ¿cómo
podría no haberse darse cuenta de que recibiría su
beso en mi boca, no en mi frente?

No sé que pensar y no sé que hacer.

Si me enterara de alguna manera de que aquel beso fue
fraternal, y nada más, me sentiría aliviada. No
tendría que preocuparme ya de que las cosas entre él y
yo cambien, no estaría ese miedo paralizante de perder
eso tan bonito que siempre tuvimos y aún más desde que
convivimos mientras él se recuperaba del accidente.
Podríamos hablar y reírnos de esa situación.
Pero a quién engaño... si me enterara de que ese beso
fue un accidente, me sentiría decepcionada. En
realidad me dejaría triste saber que sus sentimientos
son puramente fraternales. Al menos desde ese día, no
importa cuánto trate de ignorar mis propios
pensamientos: ese beso fue apenas un roce y duró un
instante, pero bastó para sentir como algo que no sé
definir, pero que era definitivamente delicioso, nada
fraternal, y que en el fondo, aunque me de vergüenza
admitirlo, pedía más (Aunque no sé exactamente qué eso
que me quedé anhelando).

Ese beso... el calor de su cercanía, sentirme en sus
brazos, el sentir su respiración y su perfume... cada
vez que me viene a la mente, me pongo nerviosa y
torpe. Si hasta mis madres se dan cuenta y me
preguntan qué me pasa.
Por cierto, la Señora Pony me mira y se sonríe, y me
siento como descubierta. Me parece que supiera mejor
que yo que me pasa. Pero yo no he dicho ni una palabra
de nada, ni pienso hacerlo.



Contribuido por Elena

martes, octubre 3

Continúan las Sorpresas

No logro dejar de temblar. Han sido demasiadas las emociones del día de hoy. Lo primero que tengo que escribir es que Albert no sólo es el tío William, idea a la que aún no me acostumbro, sino que también es mi príncipe. Quiero decir, el príncipe de la colina, el que conocí hace diez años el día que recibí la última carta de Annie. Sé muy bien que el príncipe no era un personaje real, era una fantasía que yo misma había creado basándome en un chico que apenas vi una vez. Anthony me dijo que ese chico debía ser miembro de los Andrew, pero con el tiempo perdí tanto el interés como las esperanzas de dar con él.

Hoy, cuando llegué al hogar de Pony, me topé con la sorpresa de ver a Annie, Patty y Archie allí. Después de saludarlos a ellos y a mis dos queridas maestras, fui a buscar a Albert, pues dijeron que estaría en la colina. Pero al llegar los recuerdos me llenaron de nostalgia y me hicieron derramar un par de lágrimas. De pronto, escuché la voz de mi príncipe, quien de nuevo me decía "eres mucho más linda cuando sonríes que cuando lloras..." Pero no era mi príncipe, sino Albert quien estaba bajo el padre árbol. Me di cuenta entonces de que era la misma voz amable, los ojos azules y el pelo rubio... Albert y el príncipe eran la misma persona. Emocionada, corrí a sus brazos, como he hecho tantas veces antes, pero necesitaba cerciorarme de que no era mi imaginación, que de verdad Albert era el chico del kilt que había tocado la gaita para consolarme cuando era niña. "Albert, tu eres mi príncipe, ¿verdad?"-le pregunté. Qué pregunta absurda, debí ser más específica. Yo esperaba ansiosa su respuesta, pero Albert, en lugar de responder, me besó.

Fue un beso muy tierno y cariñoso, y también muy breve. Tras apenas unos instantes me abrazó de nuevo y empezó a temblar. Yo también temblaba, confundida, sin saber cómo reaccionar. La cabeza me daba vueltas, pensando en demasiadas cosas a la vez. Pensaba en el beso que Terry me robó en el festival de mayo, cuando yo todavía estaba llorando la muerte de Anthony. Pensaba también si de alguna manera Albert había entendido otra cosa con mi pregunta tonta. Dudé entonces si Albert era o no el príncipe. Ahora pienso que tiene que serlo: no sólo por el aspecto, las edades, el medallón, el traje escocés... creo que Albert sabía bien a qué príncipe me refería yo, pues ya antes le había contado la anécdota.

Pero en esos momentos no me venía nada coherente a la mente, y cuando nos separamos sólo se me ocurrió decirle que nos esperaban para preparar la cena. ¡Qué estúpida! Albert, por supuesto, se quedó tan confundido como yo. La voz se le quebraba cuando me preguntó si estaba enojada con él, y me pidió perdón. Debí decirle que no había nada que perdonar, pero yo también tenía la voz incierta y respondí con monosílabos.

Tenemos que hablar sobre lo ocurrido, pero tengo que hacerlo cuando tenga la cabeza fría, ahora no puedo. Durante la cena, seguía pensando en ese beso, tan distinto del de Terry. En ambas ocasiones fue algo inesperado, pero mientras el beso de Terry fue brusco y atropellado, el de Albert fue suave y cuidadoso.

Recuerdo que el beso de Terry terminó en una bofetada. Después me arrepentí por haberlo malinterpretado. Él tenía razón, Anthony estaba en el pasado y yo tenía que vivir el presente. No quiero cometer el mismo error ahora, sé que Terry y yo hemos terminado, pero es demasiado pronto y han ocurrido demasiadas cosas en mi vida, me cuesta trabajo imaginar a Albert como mi pareja. Quizá es tonto que ni me lo haya planteado así cuando hasta encontrarlo solo pensaba en volver a estar juntos, y hasta dudaba de un cambio en mis sentimientos hacia él. Pero de ahí a admitir que es el hombre que quiero para mí como "pareja" me aterra, ¡si es que apenas he curado las heridas de perder a Terry! Además, legalmente soy la hija adoptiva de Albert, ¿no? Sería un escándalo para la familia Andrew... qué barbaridad, ya estoy pensando como la tía abuela. Nunca antes me había sentido nerviosa o incómoda frente a Albert. Él es con quien puedo ser yo misma, sin necesidad de guardar apariencias. ¿Qué me ocurre?

Lo peor es que no tuvimos otra oportunidad para hablar, pues los chicos y las maestras no dejaban de hacerme preguntas. Es comprensible, había muchas cosas nuevas por explicar.

Debería estar feliz: He vuelto al hogar de Pony de manera definitiva, estoy finalmente con las dos mujeres a quienes considero mis verdaderas madres, con los chicos a quienes tanto quiero, y tengo a mis dos mejores amigas de visita, pues Patty y Annie se van a quedar por una semana. Debería disfrutar estos momentos, pero cuando Albert y Archie emprendieron el regreso me sentí más sola que nunca.

lunes, octubre 2

Despedida

Muero por volver al hogar de Pony y estar otra vez con mis maestras y con los niños. Una parte de mí desea quedarse al lado de Albert, pero sé que necesito alejarme un poco de él para entender mejor la relación que nos une ahora.

Por cierto, él me apoyó con la idea de trabajar en el Hogar de Pony. Sabe que no me gusta la ociosidad y que necesito mantenerme ocupada. Si bien mi trabajo con el Dr. Martin me gusta mucho, creo que los niños del hogar de Pony me necesitan mucho más.

El Dr. Martin está triste por mi partida, y opina que Albert me va a echar de menos. Supongo que es verdad, pues hemos estado juntos mucho tiempo... claro, sin tomar en cuenta nuestra separación cuando él recuperó la memoria. Albert dice que irá a visitarme a menudo, lo cual me alegra, pues de otra manera echaría de menos su compañía. Mañana por la mañana George me llevará a Chicago por última vez. Me despediré del Dr. Martin y luego iré al hogar de Pony. Sólo lamento que Albert no venga conmigo, pues la Srita. Pony y la hermana María desean conocerlo. Además, me gustaría mostrarle el sitio donde transcurrió mi niñez. Ya lo haré en otra ocasión, cuando venga a visitarme.