viernes, marzo 2

Sábado en Chicago

Lo pasé muy mal en Chicago hoy. Traté de peinarme mejor y ponerme un vestido bonito, para no verme tan niña al lado de Mae. Albert vino a recogerme y en un momento pensé si poner o no mi corazón en una bandeja, como dijo Annie, pero no pude. Me preguntó si en adelante podía presentarme como una amiga de la familia, y le dije que sí, pero luego habló de anular mi adopción y eso me deprimió mucho. Cuando mencionó que eso había sido sugerencia de Mae le respondí de manera brusca que Mae no puede saber cómo me siento respecto a mi apellido y mi adopción. Pero también me dolió saber que Albert ha estado viendo a Mae. ¿Qué esperaba? Soy una idiota. Me disculpé por mi reacción, pero no pude explicarme bien y no quise decir más para no empeorar las cosas.

En el camino estuve meditando si de verdad quiero conservar el apellido Andrew. La verdad es que preferiría ser la señora de William Albert Andrew que la señorita Andrew.

Pasamos por Mae antes de ir a un restaurante donde nos esperaba James Cuthbert. Al principio ese individuo no me quitaba los ojos de encima. Albert no dejaba de hablar sobre Mae y lo maravillosa que es haciendo énfasis en su labor filantrópica entre los nativos de Rhodesia. A mí ni me mencionaba. James comentaba que yo también era una persona desprendida, quien pudiendo vivir rodeada de lujos al lado de los Andrew, vivía en un humilde orfanatorio. Mae trataba de desviar la conversación hacia ella, y logró interesarlo en las minas de África, al punto que terminó por convertirse una comida de negocios durante la cual ellos tres sopesaban los riesgos contra las posibles ganancias en el caso de invertir en minas. Me sentí totalmente fuera de lugar e incluso un poco decepcionada al ver que el Señor Cuthbert se olvidaba de mí. No debería importarme, pues el Señor Cuthbert me es un poco antipático, pero su admiración me hacía sentir un poco mejor.

Tras la comida, Mae sugirió que fuéramos juntos al museo de historia natural. Pero yo ya no podía aguantar la situación tan incómoda y le pedí a Albert que me trajera a casa de los Brighten. Una vez más el Sr. Cuthbert se sorprendió, y le preguntó a Albert (en lugar de preguntarme a mí):

- ¿No sería mejor para su hermana quedarse en la residencia Andrew?

Yo iba a contestar que prefería la compañía de mi mejor amiga, pero Albert le dijo: "Más que hermana, Candy es una amiga de la familia, y no suele hospedarse con mi tía Elroy".

Una amiga, eso dijo él. ¿Qué otra cosa podría haber dicho? No sé por qué me dolió la palabra "amiga". Creo que ya es muy tarde para confesarle a Albert mis sentimientos, pues parece que ahora él sólo piensa en Mae. ¿De verdad pudo olvidarse de mí tan pronto? Annie me dice que no desespere, que estoy viendo tormentas donde no las hay. Pero me pone muy triste saber que Albert una vez más está frecuentando a Mae.

martes, febrero 27

El pasado amoroso de Albert

Hoy he estado pensando mucho en Albert, y los motivos que pudo tener para darle mis datos a James Cuthbert. Algo me dice que desea olvidarse de mí.

Cuando Albert me contó por primera vez de Mae y de su venida a Chicago, no me sentí particularmente molesta, excepto que noté su nerviosismo al preguntarle por el novio de ella. Ahora me arrepiento de haber confirmado su noviazgo con ella el Domingo pasado. No tenía por qué interrogar a Albert, al fin y al cabo, él no es de andar preguntando ni metiéndose en la vida de otros. El sabe escuchar, pero no es metiche, lo que es muy diferente. A pesar de todo, me confortaba su énfasis en que Mae ya no era más que su amiga.

Pero cuando la ví, cuando ví cómo se saludaron, cómo se llevan, la complicidad que existe entre ellos, me asaltó la duda que ya casi es certeza de que siguen queriéndose. Y eso me hace hervir la sangre de coraje.

Me hace sentir mal tanto pensar en el romance que tuvieron como el reconocer que mi reacción es totalmente irracional e injusta. ¿Con qué derecho reprocharle el haber tenido una novia? De hecho, aunque no nos llamáramos de "novios", yo misma tuve dos grandes romances. Estuve profundamente enamorada de Anthony y luego de Terry.

Anthony me abrazó, me dio un beso en la mejilla... y apenas tenía yo doce y trece años. Terry me besó. Robado o no, me dió un beso. No un besito. Un beso de enamorados, en la boca. Y me abrazó con fuerza en el triste día que nos dijimos adiós, en las escaleras.

Albert nunca me preguntó si Anthony o Terry me habían besado o qué. Fui yo quien le contó todo porque sentía confiaza con él. En cambio él no me dio detalles de su noviazgo con Mae. Quiero saberlo todo. Y sin embargo no quiero saber nada.

Todavía recuerdo lo que se sentía estar enamorada, las mariposas en el estómago, ver a la persona querida hasta en la sopa... y cómo el más ligero contacto físico hacía que mi corazón batiera como loco.

El beso de Terry fue un beso robado que en realidad me molestó en su momento. Fue algo tan rápido que ni recuerdo cómo se sintió. Pero sí recuerdo las cosquillas que me daban en el estómago al sólo pensar que él se sintiera tan atraído por mí como para hacer eso.

Y cuando pienso en Albert enamorado o sintiendo o haciendo esas cosas... ¡el corazón me da un vuelco! ¡Me dan ganas de llorar!

Sé que lo que pienso y digo no tiene sentido. Albert es bastante mayor que yo. ¡Claro que debe de haber tenido más de una novia! ¡Al menos debe haber estado enamorado de alguien alguna vez! ¡Tiene que haber suspirado por alguien, besado a alguien... !Aaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! ¡No soporto ni la idea!

Creo que me malacostumbré. Mientras yo le contaba de mis enamorados, él escuchaba pero nunca contaba de sus cosas, de sus historias. Me acostumbré a ser el centro de su atención, la única mujer, aparte de su querida hermana, de quien hablaba.

¡Qué estúpida! ¡Qué orgullosa soy! ¡Me creía la única mujer de su vida! Sin siquiera detenerme a pensarlo, pero sea como amiga, hermana, pupila, enamorada, lo que fuera... siempre pensé que era *la* mujer en la vidad de Albert ... todavía me siento como tal y todavía me creo con el derecho de reclamarlo como "mío", ahora que veo que él pudo y puede tener un vínculo tan o más estrecho que el que tiene conmigo con otra mujer.

Albert no siempre fue "mío", ni lo es, ni tiene por qué serlo. Pero no puedo asimilar esa idea. Podría llegar a aceptar que él no estuviera tan enamorado de mí como esa carta parecía indicar y que quedásemos como amigos ... pero la posibilidad, en cambio, de que se enamore de otra y de que sea por lo que fuere, otra mujer ocupe igual o más espacio en su corazón que yo me da ganas de........ ni sé de qué.

Hoy me vino a la mente la imagen de Mae y él abrazados, como se abrazaron al encontrarse en el parque, pero todos los días... y contándose su vida todos los días... y me sentí fatal. Tanto que la Señora Pony se dio cuenta y me preguntó si me sentía yo bien.

Soy un manojo de nervios, me impaciento por todo y uno de estos días la Hermana María se cansará, y por más que ya sea una señorita, me pondrá en penitencia como a cualquiera de los niños.


Por Elena