martes, noviembre 30

Conversaciones

Hoy hablaron mis madres con Albert. Yo hubiera querido más tiempo para ordenar mis ideas y también para poner a Albert sobre aviso, pero no hubo manera. Hoy mismo regresó. Desde que oímos el ruido de su coche la Señorita Pony me advirtió que no había que dilatar su conversación con él, sin importar que los chicos tuvieran lecciones.

- Las puedes dar tú, Candy.
- De ninguna manera - interrumpió la hermana María - Le prometimos a Candy que ella estaría presente cuando habáramos con el Señor Andrew.

Lo mejor hubera sido pedirle a Albert que regresara otro día, pero la Señorita Pony insistió que esto había que hablarlo cuanto antes, aunque apenas tuviéramos tiempo antes de las lecciones.

Así que Albert, quien tenía pendientes en Chicago también, se vio forzado a sentarse conmigo y mis maestras, y explicar que deseaba cortejarme. No me miraba a mí, las miraba a ellas cuando les dijo lo mucho que me quería y que deseaba estar siempre a mi lado y hacerme feliz.... ¡Qué lindas palabras! Yo quería arrojarme a sus brazos y cubrirlo de besos pero claro, era imposible.

- Señor Andrew, usted ha demostrado ser una persona buena y noble, y sabemos que sus intenciones con Candy sólo pueden ser buenas. Yo he meditado  mucho sobre esta relación. Aunque apenas lo supimos ayer, la hermana María y yo ya sospechábamos algo.

- Y estamos agradecidas por que Candy por fin nos lo contó todo - Agregó la hermana María.

-Si - continuó la Señorita Pony - Eso es muy cierto. Candy nunca nos ha mentido y me hizo feliz saber que ella corresponde a sus sentimientos. Pero no sé si se den cuenta del escándalo que puede surgir si se supiera que el Señor Andrew mantiene una relación sentimental con su hija adoptiva. La mayoría pensaría que ello es inmoral.

Yo estaba sin habla, y Albert también, aunque él parecía bastante sereno. La hermana María añadió:

-Claro que nosotras dos sabemos que ustedes dos han sido más amigos que padre e hija...

¡Que horror! Las palabras padre e hija me retorcieron el estómago y creo que también Albert hizo una mueca de disgusto.

- Pero lo que nosotras sepamos o digamos no altera el hecho de que, legalmente, Candy es su hija, y ambas creemos que, si sus intenciones para con Candy son tan serias como usted dice, debería anular de inmediato su adopción.

En la cabeza sólo me daba vueltas una cosa: Que yo me llamo Candace White Andrew, así me llamo desde que tengo doce años... no quiero llamarme de otra manera... Yo guardaba silencio y fue Albert quien habló:

- Eso es algo que se arreglaría fácilmente, pero sólo si Candy está de acuerdo con ello.
-¡Pero yo no estoy de acuerdo! - dije de inmediato - Yo también soy una Andrew, todos estos años me esforzaba por ser toda una dama y merecer ese apellido....
- Candy, es sólo un nombre - intervino la Señorita Pony.

Nadie dijo en voz alta lo que seguramente pensábamos todos, que si me casara con Albert volvería a tener  mi nombre.  Pero ¡es tan pronto! Mis dos maestras hablaban y hablaban sobre la necesidad de hacer las cosas en el orden correcto y Albert no decía nada... hasta que mencionó que traía un recado de Annie. ¡Quiere que vayamos todos al teatro! Me puse muy contenta y temí que mis madres no me fueran a dar permiso de ir, dadas las nuevas circunstancias. Pero ellas se dan cuenta de que necesito estar con Annie y dijeron que mientras me hospedara yo con ella todo estaba bien. ¡Como si me gustara quedarme con la tía Elroy!

Albert se despidió y partió a Chicago. Los niños habían estado jugando todo ese tiempo y haciendo toda clase de travesuras. Empezamos las clases con una hora de retraso. Me costó trabajo concentrarme, pensando que este viernes estaré en Chicago con Albert y con mi mejor amiga.

domingo, noviembre 28

Explicaciones

¡Finalmente vino Albert a verme! Sólo fue un día sin verlo pero aún así lo echaba de menos. Era muy temprano y estaban los niños aún jugando afuera. Bajamos todos al pie de la colina a saludarlo, y mientras Albert me contaba que había estado todo el día de ayer con su tía, los chicos revoloteaban alrededor de su coche y se correteaban unos a otros.

Subiendo la cuesta a la colina Albert me dijo que su tía está muy triste porque él no tiene novia. Me dijo que le gustaría contarle a su tía sobre lo nuestro. Le dije lo que pienso, que eso más bien pondría de mal humor a su tía, pues ella no me quiere para nada. Es triste, pero es verdad.

- ¿Y qué hay de tus madres, no tienen derecho a saberlo ellas? - me preguntó.

Eso sí me hizo pensar que yo a mis madres las quiero mucho y no deseo ocultarles nada, sobretodo porque pienso que Albert y yo no estamos haciendo nada malo. Es más, estaba yo tan feliz con Albert, que quería yo llevarlo en ese momento con la Señorita Pony y aclarar todas sus dudas. El problema era que primero quería yo aclarar las mías.

- Albert... ¿por qué terminaste con Mae?

Él no dudó en contestar:

-Por que no dejaba de pensar en ti. Estaba siendo injusto con Mae. Se parecía tanto a ti que pensé que sería feliz con ella. Pero lo que sentía por ella no era más que amistad.

- ¿Ya desde entonces me querías?

- Siempre te quise Candy. A veces me digo que fue desde Londres, otras que fue desde que te espiaba cuando vivías con los Leegan. Ahora me digo que no importa cuándo me enamoré. Lo triste fue tratar de sacarte de mi mente y no ser sincero ni conmigo mismo ni con Mae...

- Si me querías, ¿por qué te fuiste de Londres? - lo interrumpí. Él dio un suspiro.

- Por estúpido. Me conté a mí mismo el cuento de que me hacían falta aventuras, que tu ya tenías a Terry, que yo era mucho mayor y que como tu tutor no podía permitirme el sentir nada por ti. Excusas, ninguna de ellas justifica el haberte dejado.

En eso los chicos empezaron a dar voces, llamándonos a Albert y a mí. Era hora de lecciones y tenía yo que regresar pronto. Albert también tenía cosas que hacer en Chicago.

Bajando la colina y Albert continuó con nuestra conversación.
- Princesa, piensa bien qué es lo que quieres, tal vez sea el momento para hablar con tus madres.
-¡No! - dije, dando un respingo - todavía no. Albert, primero necesito saber, ¿qué piensas hacer con mi adopción? ¿Seguiré siendo una Andrew o no?

Albert me miró perplejo y finalmente dijo:

- Lo que tú prefieras. Si quieres anular tu adopción lo haremos, si no lo deseas, no. Pero no tenemos que decidir nada ahora... -  Estábamos por llegar al hogar de Pony y de verdad ya no había tiempo para decirnos nada

La señorita Pony me esperaba a la entrada.

- Ven cuando puedas Albert, quizá tengas razón y deba hablar con mis madres cuanto antes.

Y, conciente de las miradas ajenas, me adelanté a la entrada y me despedí de él con un apregtón de manos, tras lo cual me eché a correr sin mirar atrás, por temor a arrepentirme y arrojarme a sus brazos.

Apenas entraba cuando la Señorita Pony me preguntó

- ¿Por qué no vino a saludarnos el Señor Andrew?
- Pues por falta de tiempo, yo tengo que ayudar con las lecciones, y él tiene que ir a trabajar.
- Entonces, ¿para qué viene en un día en que estan todos ocupados?

Fue demasiado. La prisa por empezar las lecciones, y mi confusión sobre cuál era el mejor paso a seguir me impidieron seguir inventando tonterías.

- Señorita Pony, Albert vino a verme a mí, por supuesto.

Y rápidamente fui al salón de clases.

El resto del día transcurrió sin incidentes. Pero claro que tras la cena mis madres no me permitieron retirarme junto con los niños. Confesé, más o menos, que Albert me está haciendo la corte, y que yo le correspondo. Mis madres tienen un gran aprecio por Albert y creo que ellas confían tanto en él como yo, pero la noticia las preocupó mucho. Ellas piensan sobretodo en el problema legal, y me aconsejaron de inmediato anular mi adopción.

-¿No ves, Candy, que eres más hija de nosotras que de nadie más?

Es difícil poner en palabras lo que siento. Ellas son y serán siempre mis madres, pero yo no quiero dejar de ser una Andrew... Aunque es verdad, que si Albert y yo nos casamos, Andrew seguiría siendo mi apellido... Claro que no  me atrevo a adelantarme tanto a los hechos, y mis madres me aconsejan no hacerme muchas ilusiones. Tienen razón, pero lo pesado es que ahora ellas quieren hablar formalmente con Albert lo cual no me agrada nada. Acordamos que lo  mejor será sentarnos a charlar los cuatro juntos.

Por un lado, siento que me quité un peso de encima. Por el otro, veo que comunicar la noticia a mis dos madres me puede haber metido en más líos todavía. Ellas quieren un noviazgo formal, lo cual le va a causar un disgusto enorme a la tía Elroy.