sábado, enero 1

En Chicago

¡Qué día tan hermoso. Albert vino por mí temprano por la mañana. Ni se molestó en bajar del coche, tan sólo tocó la bocina y agitó los brazos para saludarnos a todos. Me despedí a toda prisa, subí al coche y Albert arrancó dejando una nube de polvo y a Mina corriendo detrás de nosotros por unos segundos.


Recordé la promesa que le hice a mis madres de comportarme con decoro y discresión. Es increíble que me permitieran venir a Chicago. Le pedí a Albert que me dejara en casa de Annie al llegar a Chicago, y él entendió mi necesidad de estar todo el día con mi amiga.

¡Qué madura es Annie! Me felicitó por haber superado mis miedos. Está de acuerdo en que la idea de la Señorita Pony suena muy drástica, pero que desgraciadamente va a ser necesario. Dice que desde Albert se dió a conocer como el heredero de los Andrews, muchos sienten curiosidad por él, y circulan toda clase de chismes. También me contó que James Cuthbert sigue interesado por mi y que hace poco estuvo hablando sobre mí con la tía Elroy. Esto lo supo a través de Archie.

Aunque pasé un día hermoso con Annie y con sus padres, estaba yo ansiosa por ver a Albert de nuevo después de la cena. Como habíamos acordado, vino acompañado de Archie para llevarnos al teatro.

No fuimos al auditorio, sino a la Casa Hull. No sabía que tenían un programa de teatro popular. Fue muy divertido ver a Archie mezclarse con la gente pobre y disfrutar de los actores, quienes son también parte de la comunidad y muchos de ellos son inmigrantes. Sospecho que Annie lo está exponiendo a la pobreza y las injusticias de Chicago para quitarle un poco sus aires de aristócrata. Albert se alegró mucho de ver a los residentes pobres de Chicago montando una obra de teatro moderna de manera tan profesional.

Vimos "El Dilema del Doctor" de Bernard Shaw. No me extraña que montaran la obra de un dramaturgo irlandés, dado que hay tantos inmigrantes irlandeses. Independientemente de la trama principal, la obra de teatro también critica la falta de atención médica para los pobres, y cómo algunos médicos no tienen escrúpulos. Tras ver esta obra de teatro, me alegro mucho de haber dejado el Hospital Santa Ana.

Albert me comentó que la tía Elroy tiene deseos de verme. Añadió algo muy confuso sobre un malentendido entre ellos con respecto a mi adopción, y me aseguró una vez más que él no va a hacer nada sin consultarlo conmigo y sin que yo esté de acuerdo. Acordamos que mañana iremos todos a tomar el té con ella.